La joven Itzel Chávez es una de las pocas personas que pasea por las desérticas calles de la ciudad fronteriza de El Paso, que se ha convertido en los últimos días en uno de los epicentros del COVID-19 en Estados Unidos.
Lo hace junto a su amiga Jazmín, que reside con ella en Ciudad Juárez, más asequible, aunque ambas son estadounidenses de nacimiento.
Las dos cruzan cada día el puente internacional Paso del Norte a primera hora de la mañana para ir a trabajar a una tienda del hogar.
Pero su caso es minoritario en la región: la mayoría de residentes de la ciudad mexicana que trabajaban e iban al lado estadounidense del linde lo tienen prohibido ahora por la pandemia del coronavirus.
Y es que el condado de El Paso rompió la última semana su récord diario de número de contagios, convirtiéndolo en uno de los puntos calientes de la nación.
Sin cruces, establecimientos cerrados
“La economía está muy mal después de que cerrasen los puentes (fronterizos) a personas del lado mexicano con visado, pues ellas son las que vienen y hacen las compras de cada tienda aquí en el centro de El Paso”, relata a Efe Itzel, de 22 años.
La texana ha visto en los últimos meses cómo la inmensa mayoría de los negocios locales de las calles comerciales de El Paso, con una población cercana a los 700 mil habitantes, han tenido que bajar sus persianas temporal o definitivamente porque “han empezado a quebrar”.
Básicamente solo las grandes cadenas de comida rápida, como McDonalds, mantienen sus establecimientos abiertos.
“Es una pérdida para nosotros, para ellos (el lado mexicano) y para todos”, lamenta sentada en un banco, luciendo su mascarilla protectora.
En otro banco de a misma calle se encuentra Pablo Menchón, un hombre de unos sesenta años que prácticamente no hace “nada” durante todo el día, según sus palabras, por la crisis de COVID-19.
Fuente: https://lopezdoriga.com