1. “Cómo bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar… así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión” (Is. 55, 10). La Palabra de Dios es viva y eficaz. Es espada de doble filo que penetra hasta la médula de los huesos. La Palabra de Dios es eficaz porque realiza lo que dice. Dios dijo: “Hágase la luz y hubo luz”, Dios dijo: “Haya firmamento y se hizo el firmamento”. Dios dijo: “Haya luceros en el firmamento celeste para apartar el día de la noche… e hizo Dios los dos luceros mayores, el lucero grande para el dominio del día y el lucero pequeño para el dominio de la noche”. Dios dijo: “Bullan las aguas de animales vivientes y aves revoloteen sobre la tierra”. La Palabra de Dios con solo ser pronunciada crea los cielos y la tierra y todos los animales, es una Palabra creadora y eficaz, porque siempre se hace lo que ella dice.
2. La Palabra de Dios es viva y eficaz, siempre que se pronuncia en la creación de las cosas y de los animales. Pero cuando se pronuncia en el corazón del hombre, se puede volver ineficaz y muerta. El hombre es libre y puede volverle la espalda a la Palabra de Dios. “Oirán una y otra vez y no entenderán, mirarán y volverán a mirar pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos con el fin de no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni comprender con el corazón porque no quieren convertirse, ni que yo los salve”.
3. Dios Padre bueno y misericordioso, nunca se cansa de sembrar su palabra en los corazones. Aunque el diablo arrebate lo sembrado en su corazón. Aunque lo sembrado caiga en terreno pedregoso y rápidamente se seque. Aunque lo sembrado caiga en espinos y abrojos de la preocupación de la vida y de la seducción de las riquezas que la sofocan y dejan estéril, el sembrador no se cansa de sembrar con la esperanza de que la semilla caiga en tierra buena y de muchos frutos. Siempre habrá quien escuche la Palabra de Dios con un corazón sincero y generoso. Siempre habrá quien guarde la Palabra de Dios, dándole vueltas en su corazón hasta producir fruto abundante. “Dichoso los que escuchan la Palabra de Dios, la guardan hasta producir fruto abundante”.