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sábado, septiembre 23, 2023

“TE ALABAMOS OH CRISTO Y TE BENDECIMOS QUE POR TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO”

Es un regalo de Dios que habiendo salido positivo de la prueba del Covid-19, no haya tenido ningún síntoma mayor. Bendito sea el Señor que así me ha manifestado su amor. He sufrido mucho la enfermedad de mis hermanos que si han padecido síntomas más serios y están batallando para salir adelante. Quiero ofrecer mi enfermedad y la de mis hermanos por el fin de la pandemia y la sanación del cuerpo y del alma de todos mis hermanos y la bendición de la nueva Diócesis.

Uno a la pasión de nuestro Señor Jesucristo, todos mis sufrimientos y todos los sufrimientos de mis hermanos que han padecido o están padeciendo las consecuencias de esta enfermedad, como la soledad, el miedo, el cansancio, los dolores…. Dios tome en cuenta los dolores de parto de esta naciente Diócesis y se digne bendecir su nuevo caminar para que sea muy fecundo según la voluntad de Dios “Si el grano de trigo no cae y muere, queda infecundo, pero si muere produce mucho fruto”.

Nos ha tocado la clausura de este año de la Santa Cruz, en estas circunstancias tan especiales y dolorosas. Vivamos unidos, muy unidos a la Cruz de nuestro Señor Jesucristo. Como decía San Pablo: “no me quiero gloriar sino en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo”. “Y ya lo único que quiero es conocerlo a él y compartir sus padecimientos y morir su muerte para alcanzar su resurrección”.

He sentido la ternura y el amor infinito de Dios a través del cariño, las atenciones y las oraciones de tantas almas buenas. Especialmente almas buenas que me están atendiendo médicamente con tanto profesionalismo y caridad y también almas buenas que están al servicio de todas mis necesidades. He sentido el amor de Dios, a través de sus amables servicios, que agradezco de todo corazón. Dios premie toda su bondad y amabilidad.

Agradezco de manera especial las oraciones fervorosas y constantes que han elevado por mi a Dios y a la Santísima Virgen María de Guadalupe. Sé que Dios escucha la oración de su pueblo y sé también que esas oraciones son un gran signo de su amor a Dios, de su amor a la Iglesia, de su amor a su Obispo y a sus sacerdotes.

Vivamos con intensidad estos momentos especiales de gracia, que nos unen a la pasión y a la Cruz de nuestro Señor Jesucristo. Como hemos rezado a lo largo de este año de la Santa Cruz, digámosle al Señor: “Que ame tu ciencia y tu luz, que vaya en fin por la vida, como tú estás en la Cruz: de sangre los pies cubiertos, llagadas de amor las manos, los ojos al mundo muertos y los dos brazos abiertos para todos mis hermanos, Amén.

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